Reflexiones

Hoy me siento un poco triste. No sabría deciros por qué. Quizá porque en esta noche calurosa he estado ojeando alguna web de protectoras de animales, (algún día os hablaré de nuestras amigas de ÁGATA). Eso de ver a mis hermanos perrunos y gatunos abandonados a su suerte, tirados por las calles, sin refugio, sin compañía, hace que me sienta decaído. La verdad es que vosotros, los humanos, podéis llegar a ser muy crueles.
El caso es que me he acordado de un fragmento de un libro que he leído. Se trata de Territorio Comanche, de Arturo Pérez-Reverte. Es la historia de un corresponsal de guerra en Bosnia. Os lo recomiendo. Voy a permitirme transcribiros un fragmento, ahora sabréis por qué. Dice así.
"Miró la vaca muerta y luego su propio rostro en el reflejo de un cristal roto por la explosión, que aún se mantenía unido al marco de la ventana, y se dirigió a sí mismo una mueca. El horror puede vivirse o ser mostrado, pero no puede comunicarse jamás. La gente cree que el colmo de la guerra son los muertos, las tripas y la sangre. Pero el horror es algo tan simple como la mirada de un niño, o el vacío en la expresión de un soldado al que van a fusilar. O los ojos de un perro abandonado y solo que te sigue cojeando entre las ruinas, con la pata rota de un balazo, y al que dejas atrás caminando deprisa, avergonzado, porque no tienes valor para pegarle un tiro."
Es triste, ya lo sé. Pero el sufrimiento de ese animal abandonado es el mismo esté en un país en guerra o en medio del monte en un caluroso día de verano. Él no entiende el motivo por el cual está allí, solo, y lo único que siente es pánico.
Un saludo.
Trasto

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