Mi gato me muerde cuando le acaricio

El otro día vinieron a consulta los dueños de Leo. Estaban preocupados porque su gato de cuatro meses se mostraba agresivo de vez en cuando. Nos enseñaron las marcas de arañazos y mordiscos en los brazos.

Una de las situaciones en las que Leo reaccionaba de forma agresiva era cuando lo acariciaban. Se trata de un problema relativamente frecuente en los gatos. Generalmente, el gato demanda caricias, se sube al regazo del dueño para que lo acaricie y, al cabo de un rato, le muerde o le da un zarpazo.

Los especialistas en comportamiento animal (etólogos) creen que se trata de un tipo de agresividad asertiva, por dominancia, de tal forma que el gato, como animal dominante, quiere controlar tanto el momento en el cual se le empiecen a hacer las caricias como el momento en el que el dueño debe dejar de dárselas.

En la mayoría de los casos, antes del zarpazo o del mordisco, el animal “avisa” que se está terminando su paciencia: puede notarse tenso, encorvado, con las orejas aplastadas, las pupilas dilatadas, la cola dando sacudidas, bufando... Es muy importante, de cara al tratamiento del problema, ser capaz de reconocer estos signos.

Y hablando de tratamiento, ¿qué se puede hacer para corregir esta conducta inadecuada?

Lo primero, intentar evitar todas aquellas situaciones en las que el gato se muestre agresivo.

Si vuestro gato es de aquellos que se suben a vuestro regazo y ni siquiera admiten una sola caricia, actuad de la siguiente manera.

Observadlo con cuidado, sin mostrar miedo ni nerviosismo y, al menor signo de “cabreo” por su parte, levantaos para que el gato caiga y así conseguir echarlo de vuestro regazo. No lo empujéis ni lo alcéis con la mano, podría interpretarlo como un desafío y enfadarse más.

Más tarde, cuando el gato esté relajado, podéis hablarle con suavidad y darle un premio.

Recordad que de esta forma estáis reforzando las conductas adecuadas e ignorando las conductas inadecuadas, lo que llevará a que desaparezcan.

Y, ¿qué podéis utilizar de premio?. Lo más cómodo y efectivo al principio de la terapia son los premios de comida. Utilizad algo que a vuestro gato le guste mucho. En trozos pequeños, para que no se aburra y controlando la cantidad de comida de su dieta habitual para que tenga un poquito de hambre y sea más fácil educarlo. (Ya sabéis, a todos se nos gana con la comida).

Si vuestro gato admite algunas caricias antes de enfadarse, entonces, cuando se suba a vuestro regazo, si está relajado, hacedle una o dos caricias, no más (podría molestarse y acabaríais mal). Después levantaos para dejar que se baje.

A medida que se vaya acostumbrando, podéis intentar ir alargando estas “sesiones de caricias” de forma gradual premiando con golosinas su actitud relajada. Siempre poco a poco, para evitar que llegue a cansarse.

En algunos casos se requiere de terapia ansiolítica (pastillas, feromonas) para conseguir mejorías, siempre acompañando a estas pautas de reeducación. Por supuesto, debe ser vuestro veterinario de cabecera o el especialista en etología el que prescriba dicha medicación.

Una última cuestión: NO UTILICÉIS EL CASTIGO FÍSICO. En este tipo de problemas no funciona. El gato puede interpretarlo como un desafío y aumentar su respuesta agresiva o mostrarse más ansioso, lo que también puede agravar los ataques.

Y, como siempre, incidir en que el mejor tratamiento es la prevención. Los gatitos, desde edades tempranas, deben ser socializados y habituados al acicalamiento y el manejo por parte de sus propietarios (¡con lo bien que sienta un masajito!).

Así que no desesperéis.

Un saludo

Trasto

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