¡Mi gata no para de maullar! (o como controlar el celo de las gatas sin morir en el intento)


Todo aquel que tenga una gata adulta sin castrar, sabe de lo que hablo. Como media, en torno a los nueve meses de edad, las gatas empiezan a entrar en celo, aunque algunas lo hacen tan pronto como a los cinco meses y otras, en cambio, pasado el primer año. Así es la pubertad.
Y ahora, os voy a dejar de piedra diciéndoos que las gatas son hembras poliéstricas estacionales de ovulación inducida. No, no os pongáis nerviosos que ahora es lo explico. Vayamos por partes.
Poliéstrica significa que tiene varios celos durante una temporada o estación. Y lo de ovulación inducida quiere decir que únicamente ovula por estimulación vaginal. Vamos, que en condiciones normales es la monta la que provoca la ovulación. (Eso sí que es una sincronización perfecta).
Lo que todos conocemos como celo realmente consta de dos fases. La primera es el proestro que dura de uno a cuatro días. Durante estos días cambia la conducta de la gata, se frota más contra objetos o contra los dueños u otro animal con el que comparta vivienda, maúlla más, se revuelca sobre el suelo incluso rodando sobre sí misma y adopta una postura característica: las patas encogidas, la espalda hundida y el rabo hacia un lado exponiendo los genitales. Incluso, algunas eliminan pequeñas cantidades de orina en diversos puntos como si trataran de marcar el territorio para atraer a los machos. Después del proestro llega el estro que dura de tres a diez días. Todos esos comportamientos siguen produciéndose pero de forma más intensa. (Como se dice por esta tierra, as gatas andan ás xanelas). Es en esta fase cuando aceptan la monta por parte del macho. Si no hay monta, no hay ovulación y el ovario pasa a una fase de reposo llamada interestro que dura unos diez días para volver a empezar el ciclo con un nuevo proestro. Así se repite varias veces a lo largo de la estación reproductora que suele durar de uno a tres meses. Es decir, lo justo para terminar con la paciencia de cualquier propietario o de los vecinos. Después, el ovario queda definitivamente en reposo hasta el inicio de una nueva estación reproductora.
A diferencia de las perras, prácticamente no hay aumento de tamaño de los genitales externos durante el celo, por lo que no puede distinguirse a simple vista.

Existen multitud de factores que inducen el celo en las gatas. Pero, sobre todo, destacan dos, el incremento en las horas de luz del día y el aumento de la temperatura ambiental. Por eso, la mayor parte de las gatas empiezan a entrar en celo a partir de los meses de febrero o marzo hasta finales del verano u otoño. De todas formas, dicha estacionalidad es mucho más marcada en gatas de exterior puesto que las gatas que viven dentro de casa tienen muchas horas de luz al día debido a la luz artificial y una temperatura más bien alta a lo largo de todo el año.
Como curiosidad, deciros que las razas de pelo largo parecen ser más sensibles al fotoperíodo por lo que casi todas las gatas de estas razas suelen entrar en anestro (ausencia de celo) durante el invierno.
Y como la mayoría de las gatas en celo son muy escandalosas, ante esta papeleta, la mayor parte de los dueños acuden desesperados a su veterinario para lograr que su linda gatita se comporte como siempre lo había hecho hasta entonces, es decir, que esté más bien callada.
Hay varias opciones. Hay medicamentos orales en forma de pastillas e inyectables que no os recomiendo debido a sus posibles efectos secundarios. No está demasiado claro si alguno de ellos aumenta las probabilidades de padecer tumores pero sí se sabe que aumentan la incidencia de infecciones uterinas y también, aunque esto es bastante raro, una inflamación descomunal del tejido mamario. También favorecen el aumento de peso.
Otra opción sería la cirugía. Según las condiciones del animal puede optarse por la extirpación de los ovarios o de los ovarios y el útero. Se trata de una cirugía rutinaria, no demasiado complicada y con un postoperatorio prácticamente carente de problemas, con riesgo mínimo y cuyo único efecto secundario sería predisponer a un aumento de peso. Este aumento de peso puede ser fácilmente controlable a través de la dieta (existen alimentos especiales para gatos castrados que, entre otras cosas, son más bajos en calorías) y estimulando el juego y el gasto energético a través del enriquecimiento ambiental (prometo hablar de ello en otra ocasión). Vuestro veterinario os informará más exhaustivamente sobre la cirugía y el momento más adecuado para hacerla.
Y antes de terminar, mencionar otras dos cuestiones. Primero, lo mismo que ocurre con las perras, NO ES NECESARIO QUE LAS GATAS TENGAN UNA CAMADA. No es ni bueno ni malo para ellas, así que si no queréis, no tenéis que cruzarlas. Y segundo, las gatas no tienen menopausia. Sus ovarios siguen activos durante toda su vida aunque los celos suelen ser más suaves a medida que envejecen.
Un saludo

Entradas populares