La epilepsia en el perro

La epilepsia es la enfermedad neurológica más antigua que se conoce. Se produce cuando un grupo de neuronas (células del sistema nervioso) emiten una descarga eléctrica masiva que envía señales equivocadas a los músculos de alguna zona del cuerpo o de todo el organismo. Como consecuencia de ello se produce rigidez muscular, contracciones y espasmos musculares, movimientos involuntarios de los ojos... En los casos generalizados puede haber incluso pérdida de consciencia.
Es una enfermedad que suele aparecer en animales jóvenes. Habitualmente entre los seis meses y los seis años de edad. Tiene un carácter progresivo. Es decir, con el tiempo, los ataques aumentan en frecuencia e intensidad si no se tratan de forma adecuada.
A pesar de la creencia popular, los ataques suelen darse en aquellos momentos en los que el animal está descansando o durmiendo, con una duración de unos segundos a tres o cuatro minutos.

Qué hacer cuando nuestro perro o gato tiene una ataque convulsivo
Aunque no es lo habitual, hay animales que manifiestan alteraciones de la conducta o comportamientos extraños previos al ataque. Intranquilidad, debilidad, salivación...
Un sitio oscuro y sin ruido para que pueda calmarse es lo mejor que podemos ofrecerle cuando han empezado las convulsiones. Alejarlo de objetos con los que se pueda golpear y colocarlo en un sitio bajo, mejor acolchado (su cama o una alfombra). Después, esperar a que se relaje y observar su recuperación.
No hay riesgo de que se muerda la lengua, pero sí puede orinar y/o defecar durante el ataque.
Grabar el episodio con un móvil es una buena forma de recoger información para el manejo posterior de la enfermedad y una buena herramienta para colaborar con el veterinario.

Cómo saber si mi perro o gato es epiléptico
El hecho de tener convulsiones no implica necesariamente que nuestra mascota tenga epilepsia. Hay que descubrir las causas de los ataques y en base a los resultados llegar al diagnóstico. También pueden ser provocados por otras enfermedades como, hepatitis, fallo renal, infecciones, tumores, malformaciones anatómicas o intoxicaciones.
Por lo tanto, el primer paso será una revisión veterinaria completa incluyendo una exploración neurológica. Análisis de sangre y orina son imprescindibles. En función de los resultados el veterinario puede proponer realizar más pruebas si lo considera necesario.
Al diagnóstico de epilepsia se llega por exclusión. Es decir, descartando el resto de las posibles causas, ya que no hay ninguna prueba que la confirme.

Cuándo empezar el tratamiento
La epilepsia no tiene cura, por lo que el perro puede continuar presentando convulsiones ocasionales aun estando bajo tratamiento médico. Así que el objetivo del tratamiento es disminuir la frecuencia y la intensidad de los ataques. Raramente se consigue eliminarlos del todo.
En general, se recomienda empezar a tratar al paciente cuando aparece más de un ataque en tres meses, cuando hay varios en un mismo día o cuando duran más de cinco minutos.
Existen varios medicamentos de eficacia demostrada en el tratamiento de la epilepsia. Cada uno con sus ventajas e inconvenientes. Cada tratamiento debe ajustarse a cada paciente por lo que se requiere una valoración periódica por parte del veterinario.

Cabo Vilán, en Camariñas. Un bonito sitio para pasear con
nuestros perros, siguiendo la ruta de los faros.

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